Cómo gestionar el sentimiento de culpa

Todos sabemos el sabor tan amargo que tiene el sentimiento de culpa. Desde que tenemos uso de razón nuestros padres nos inculcan este sentimiento. El primer momento se da cuando, jugando con nuestros hermanos o amigos, te conviertes en la causa de algún problema. Entonces te señalan con el dedo y te dicen: “Tú tienes la culpa.” Esa frase cae como losa sobre tu espalda sin saber lo que significa, pero aún así percibes que se trata de algo malo.

Sin embargo, ¿de dónde viene ese sentimiento? ¿Lo hemos tenido siempre o va junto con esta sociedad?

De dónde viene el sentimiento de culpa

Si bien podemos afirmar que en las sociedades de Sumeria, Egipto, Grecia y Roma existía el sentimiento de culpa, es en la Biblia con el Génesis donde podemos obtener una evidencia de éste.

En el Génesis, Adán y Eva viven en el Edén, un lugar placentero donde todo está dado. Pueden alimentarse de todos los frutos que el jardín les administra, todos menos uno.  Dios les advirtió que si comían de su fruto deberían salir del jardín y conocerían la verdad. Un día que Eva paseaba se encontró con una serpiente en el árbol y le incitó a que comiera. Eva sabía que no debía probar el fruto, sin embargo ésta le comentó que Dios le había mentido, que no pasaba nada. En ese momento Eva hincó sus dientes en el fruto, lo saboreó y le gustó. Llamó a Adán y le incitó a comer. Ambos comieron. Seguidamente advirtieron que estaban desnudos y se avergonzaron. Cuando Dios descubrió que ambos habían desobedecido sus órdenes, se enfureció y les expulsó del jardín del Edén no sin antes castigarles:

  • “Serpiente: Maldita serás entre todos los animales. Te arrastrarás sin patas por la tierra. “
  • “Eva: Parirás con dolor para dar a luz a todos tus hijos.”
  • “Adán: Puesto que hiciste caso a Eva y comiste del fruto prohibido, tendrás que trabajar duro para satisfacer a tu familia del alimento de cada día. Te ganarás el pan con el sudor de tu frente.”

Puesto que Adán y Eva habían comido del fruto prohibido, al conocer la verdad, también tuvieron el sentimiento de culpa. El cual se extendió por todos los descendientes que tuvieran hasta la eternidad. Y ahora, 2.000 años después nosotros, descendientes de ellos, vivimos con culpa.

Si eres una persona religiosa o atea creerás o no en las anteriores frases. Sin embargo hay un hecho concatenado que a continuación explicamos.

La culpa está unida a la conciencia

Con la evolución, el ser humano ha sido el animal que más ha desarrollado su mente dotándola de una cualidad especial, es el único capaz de ser consciente de sus actos. Este hecho crea una disposición inigualable al resto de seres. Con el paso de los años el ser humano ha sentido dolor en sus carnes y mediante la conciencia ha aprendido la causa de dicho dolor. Cuando un chimpancé agrede y mata a otro chimpancé en un combate por conquistar territorio, éste carece de conciencia por lo que no puede empatizar y no observa el hecho como una atrocidad. Sin embargo, el Homo Sapiens sí tiene conciencia, por lo tanto empatiza. Ahora bien, esta empatía es como un interruptor que se enciende o no. El ser humano es capaz de actuar sin ella pero sí ser plenamente consciente de que está provocando dolor en el otro ser. Por ello se crea la maldad, porque sabe lo que se siente cuando te duele algo y tiene la capacidad de ser frío al infringir un dolor en otra persona.

Con la era judeo-cristiana, la sociedad se da cuenta de este hito y crea ciertas reglas morales (Los 10 mandamientos) entre los cuales está la culpa. Si al infringir dolor con frialdad se castiga al ser humano con el pecado y, peor todavía, con el infierno, éste tendrá cierto miedo ante semejante desconocimiento eterno. Mediante este sentimiento es cómo la sociedad establece un orden y no deja caer en la anarquía. Aunado a él está el poder religioso del perdón, para así poder eliminar el sentimiento de culpa y hacer más llevadera la vida, que está llena de pecados.

Dostoievski, en su novela Crimen y castigo refleja muy bien el sentimiento de culpa que invade al protagonista y que, tú como lector sabrás, va aunado a un pesar mental continuo que no te deja vivir.

¿Cómo gestionarlo?

Quizás seas una persona religiosa y vayas cada domingo a misa para expíar tus pecados.

Sin embargo, si no lo eres te interesaría conocer cómo gestionar el sentimiento de culpa y poder caminar más ligeros por la vida. Ahora que ya conocemos el motivo de dicho sentimiento, podemos permanecer en ese orden sin necesidad de acudir a ningún profesional para que nos perdone. Somos capaces de hacerlo nosotros mismos, nos sentimos mejor porque realizamos conscientemente el cambio y avanzamos en nuestra vida para superarnos personalmente. Pero, ¿cómo hacerlo?

Bien, el primer paso es ser consciente de la causa. Aceptar que uno se equivoca o has actuado sin conocimiento de las consecuencias que podría tener el hecho. Una vez que se tiene en cuenta lo anterior, existen dos formas de actuar:

  • La teoría del no juzgar. Basándonos en la premisa de que el ser humano se equivoca, podemos avanzar en nuestra evolución y no juzgar. Si no nos juzgamos a nosotros mismos ni juzgamos a los demás, si simplemente aceptamos esta norma así como aceptamos la ley de la gravedad, podemos pasar página más fácilmente y seguir nuestro camino. Pero, ¿cómo aprendemos de este hecho para poder modificar nuestra conducta y avanzar en nuestra propia evolución?
  • La teoría del perdón. Debemos saber perdonar a los demás y a uno mismo. No se trata de decir la frase “te perdono” o “me perdono”, sino  de realizar el ejercicio de aceptar el hecho y la consecuencia y pasar página. En ese camino aprenderás las lecciones de la vida y podrás ser una mejor versión de ti mismo.

En cualquier caso debemos ser conscientes de quiénes somos y qué hacemos como seres que compartimos este planeta. En esa convivencia nos equivocamos y debemos de aprender a solventar los problemas gestionando correctamente el sentimiento de culpa si no queremos vivir en el pasado sin disfrutar el presente.

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